Cuando voy a la playa veo a los niños comiendo patatas, gusanitos u otros snacks a media mañana y no puedo evitar recordar que, cuando mis padres nos llevaban a la playa, en la bolsa de mi madre no faltaban zanahorias.
Sí, sí, habeis oído bien. Ella siempre llevaba una bolsa con zanahorias y un cuchillito para pelarlas y nos las daba a media mañana "para ponernos morenas"- decía ella.
Efectivamente, la zanahoria es una hortaliza con grandes propiedades, pero la más conocida es la de ser un gran aliado para la piel, gracias a su alto contenido en betacaroteno.
También tiene propiedades anticancerígenas, antioxidantes, son buenas para la vista y su consumo disminuye el colesterol, entre otros beneficios. En fin, una joyita.
Igual os preguntais por qué hago esta entrada en el blog. La respuesta es fácil: me chiflan las zanahorias, eso sí crudas o fritas, nunca cocidas (puaj). Bien fresquitas en la nevera y comertelas a bocados es un hábito del que jamás me canso.
Creo que su sabor tan especial hace que combinen estupendamente tanto en platos dulces como salados y aunque en España no es tan habitual; en Estados Unidos o Inglaterra la tarta de zanahorias es todo un clásico. Os animo a probarla.
Así que ahora que se acerca el verano, LET ' S CARROT.
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